La necesidad de proveer de alimento a una población cada vez más nume
rosa y exigente, ha estimulado el desarrollo de múltiples industrias, entre ellas la industria cárnica.
Dentro de las carnes que más se consumen está la del pollo, que es una fuente de proteína muy nutritiva, saludable y más económica que otras como la de res y de cerdo (FAO, 2013). No obstante, el aumento de la demanda de este alimento, aunado a la facilidad con la que proliferan las noticias sensacionalistas, ha hecho que muchas personas tengan la idea falsa de que a los pollos les dan hormonas para que engorden y produzcan más carne.
Si bien es cierto que el sector avícola, así como cualquier otro, busca optimizar sus procesos para ofrecer un mejor producto utilizando menos recursos, el hecho de que se utilicen hormonas exógenas para promover el crecimiento de las aves es falso porque sencillamente no sería rentable.
La hormona del crecimiento, que es la que se tendría que proporcionar a los pollos, es una hormona proteica, lo que quiere decir que sería necesario inyectarla diariamente para que tuviera algún efecto, ya que si se diera en el alimento se digeriría como cualquier otra proteína. Por lo tanto, llevar a cabo esta tarea sería inviable tanto en términos de recursos humanos como económicos; de hecho, se estima que estas inyecciones diarias se traducirían en un costo de producción adicional de 144 dólares por animal, lo que resulta absurdo si se tiene en cuenta que en el mercado cada pollo se vende por un máximo de 7 dólares (Ruíz, 2018).
Ilustración realizada por: Natacha Herrera
Es muy probable que el origen de esta creencia se deba a que en otros animales de abasto sí se ha aprovechado el uso de ciertas hormonas exógenas u otras sustancias para que tengan un mejor rendimiento. Un ejemplo de esto son los implantes de hormonas que se han utilizado en bovinos de carne en países como Estados Unidos, una práctica bastante criticada y que ha generado vetas en la exportación de sus productos a países de la Unión Europea (Fajardo et. al, 2011). Del mismo modo, en los cerdos se ha usado la somatotropina porcina (hormona del crecimiento) con el fin de aumentar la tasa de desarrollo corporal y mejorar la composición de la carne (Olmos et. al, 2010). No obstante, el uso de hormonas en animales destinados al consumo humano se ha venido regulando y prohibiendo desde la década de los 50 en muchísimos países, lo que busca garantizar la inocuidad de la carne y por ende la salud del consumidor (Fajardo et. al, 2011).
Adicional a las hormonas, otro tipo de sustancias que se han utilizado como promotores del crecimiento en todos los animales de abasto, incluyendo las aves, son algunos antibióticos, los cuales se administran con el fin de controlar los microorganismos causantes de infecciones subclínicas y así lograr mejorar el crecimiento y la salud de los animales. Sin embargo, al igual que con las hormonas, el uso de estos medicamentos se ha controlado y reducido cada vez más debido a los efectos negativos que pueden llegar a tener sobre la salud humana y, en su lugar, se han sustituido por otros elementos como probióticos, prebióticos y ciertas proteínas (Fajardo et. al, 2011; FAO, 2013).
Foto tomada de Unsplash
Ahora bien, que no se usen hormonas como promotores de crecimiento en las aves, no quiere decir que la cría de pollos de engorde se haga de la misma forma que hace 50 años. La selección genética que se desarrolla desde hace décadas, ha hecho que en la actualidad se críen únicamente animales con mejores tasas de crecimiento, índices de conversión alimenticia y adaptabilidad, lo cual permite reducir la cantidad de alimento que se debe ofrecer a las aves y el tiempo que estas tardan en alcanzar el peso apto para el sacrificio. Específicamente, estamos hablando de una reducción en los últimos 30 años de 20 a 8,5 toneladas de alimento necesarias para producir una tonelada de carne, y de una disminución de la edad al sacrificio de 11 a 7 semanas aproximadamente (Gutiérrez, 2019; FAO, 2013).
Asimismo, el mejoramiento genético en compañía de la atención a los programas de nutrición, bioseguridad, medicina preventiva y bienestar animal, ha logrado que hoy en día los pollos de engorde expresen todo su potencial y nos permitan disfrutar de una carne sana y deliciosa (Gutiérrez, 2019).
Finalmente, vale la pena aclarar que si bien en Colombia el uso de todos los promotores de crecimiento en animales de abasto está regulado, es importante ser consumidores responsables y hacer lo posible para tener claro el origen de los alimentos que ponemos en nuestro plato, especialmente si tenemos en cuenta que el consumo per cápita de carne en el país para el 2019 fue de 74 kg, de los cuales el 48% está representado por la carne de pollo (FEDEGAN, 2020).
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