Con seguridad, del Amazonas hemos oído decir que “es el pulmón del mundo”, “es el río más caudaloso y largo”, “un ecosistema de bosque tropical” o “uno de los departamentos de Colombia”, así que, lo primero que les planteo es empezar a entender porqué se dicen tantas cosas sobre un área que debería importarnos un poco más, mucho más…
En realidad, los tres, pero todo depende de la perspectiva. Para el caso del ordenamiento territorial y la jurisdicción colombiana, el Amazonas, es uno de los 32 departamentos en los que está dividido Colombia (Procolombia, s.f.), de otro lado, el río Amazonas nace en los Andes peruanos y en su recorrido de 6.771 km, los cuales cubren territorios de países como Ecuador, Bolivia, Brasil y Venezuela, sólo 116 km pasan por Colombia (Salina & Córdoba, 2000) y, como ecosistema tropical, contiene numerosas fuentes de agua.
Ahora bien, si se tiene presente que el Amazonas colombiano (departamento) queda en el extremo sur del país, región por donde también pasa el río Amazonas y por donde se limita con países como Brasil y Perú, se puede hablar de una triple frontera, caracterizada por la presencia de una gran cantidad de comunidades indígenas. De hecho, la triple frontera ha llevado a una mezcla racial tan marcada que, siendo leticiano el gentilicio de las personas nacidas en “Leticia”, la capital del departamento del Amazonas colombiano, se puede aplicar a casos tan variados como: leticiano indigenado, leticiano abrasilerado, leticiano aperuanado, leticiano acolombianado y leticiano, todo dependiendo del lugar de origen de los padres (SINIC, s.f).
Foto tomada por: Maria Paula Vélez
Aprovechando la relación con el río Amazonas, las comunidades ribereñas e indígenas han tenido una estrecha relación con la actividad pesquera, siendo ésta la actividad económica más importante, pues representa una fuente importante de ingresos y de obtención de proteína (Campos-Silva & Peres, 2016) . Además, es de resaltar que, el uso de plantas y animales está ligado a la medicina tradicional (Rengifo-Salgado et al., 2017).
A grandes rasgos, la “vida” que hay o que ha existido en el río ha permitido reportar una cifra nada despreciable de 2.320 especies de peces, de las cuales 1.488 son endémicas, lo que quiere decir que solamente se encuentran en el río Amazonas y no es posible verlas en otro lugar (Begossi et al., 2019); sin embargo, en los últimos años varias cosas han cambiado, factores que deben interpretarse con cuidado y que deberían ser señales de alarma para poner atención sobre las comunidades, sus prácticas y el río.
Foto tomada por: Maria Paula Vélez
En el río Amazonas, la pesca es un oficio mayoritariamente de hombres. Pescadores que se han dedicado a su labor durante muchos años y que conocen extremadamente bien la distribución de los peces; no obstante, en el último período se han visto obligados a variar la duración de las jornadas de pesca, haciéndolas más largas para poder tener éxito en las capturas, incluso se han visto obligados a buscar nuevas zonas para pescar, pues en “los puntos de siempre” ya no encuentran peces (Durrance de Obaldía, 2003) y claro, esto a ojos de un experto en gestión de pesquerías, indicaría que la CPUE (Captura por Unidad de Esfuerzo) se ha modificado no muy positivamente…
En realidad, esa es una pregunta muy compleja de responder, porque hay que empezar por entender que la pesca de autoconsumo; es decir la que hace el pescador para que su familia tenga algo para comer, no es fácil de desligar de la que realiza para vender a restaurantes y/o a intermediarios que harán llegar el pescado a ciudades como Bogotá o Medellín, en donde claramente no hemos crecido con la cultura de comer pescado y nuestros hábitos y preferencias como consumidores se terminan trasladando hasta el río, obligando a que los pescadores se enfoquen en pescar peces como los bocachicos, bagres y el gran pirarucú (Lasso et al., 2011).
Foto tomada por: Deb Dowd (Unsplash)
Esta, de nuevo es otra pregunta difícil, pues siendo el río más largo del mundo, sería absurdo pensar que no exista una forma de organizar cómo allí se pesca, pero en la realidad, los focos de minería legal e ilegal, la deforestación sobretodo en el lado de la Amazonía brasileña, la violencia sistemática que han vivido las comunidades indígenas, la poca o nula importancia que los gobiernos le dan al Amazonas y a la pesca de autoconsumo y la ausencia de políticas transnacionales de carácter vinculante, especialmente entre los países que comparten la triple frontera, hacen que el gestionar la pesca en el río se preste para hechos como el exceso de pesca de unas especies como las que se mencionaron antes y también de peces ornamentales.
Es entonces en este contexto que, a pesar de que para muchos lo que allí suceda, allá se queda, lo que pase en el Amazonas debería ser de interés colectivo pues, de lo contrario, numerosas fuentes de agua, comunidades animales y humanas estarán en peligro y la fiebre del oro y el dinero, otra vez tendrá efectos devastadores.
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