Ser médico veterinario es una elección de vida que tomamos las personas que nos sentimos apasionadas por los animales, sean de compañía como los perros y gatos, de producción como los cerdos, aves y vacas o silvestres como los primates y grandes felinos.
Sea cual sea el grupo animal de nuestro interés o el enfoque que le queramos dar a nuestra profesión, porque ya hemos visto que tenemos un campo de acción bastante amplio, siempre nos vamos a encontrar en el camino con colegas, personas que cuentan con nuestra misma formación y/o se desempeñan en lo mismo que nosotros y con quienes, querámoslo o no, debemos mantener buenas relaciones.
Colegaje es una palabra que no cuenta con una definición estricta en la Real Academia Española, pero se refiere a la relación entre personas que ejercen el mismo oficio o profesión, relación idealmente basada en el respeto, el apoyo y la solidaridad (Franco, 2018). Hay una frase muy popular que dice “si caminas solo, irás más rápido; si caminas acompañado, llegarás más lejos” y ésta no dista mucho de la realidad en el campo laboral. Por ejemplo, dentro de la medicina de pequeñas especies, es decir perros y gatos, es mucho más factible que se llegue al diagnóstico correcto y por ende al tratamiento adecuado de un canino que padece una enfermedad metabólica, que suelen ser difíciles de detectar, si se trabaja en equipo y si se cuenta con un grupo sólido de colegas de diferentes especialidades. Puede que para alcanzar el objetivo de encontrar el desorden que afecta al paciente y corregirlo, sea necesaria la participación de médicos generales, especialistas en laboratorio clínico, imagenólogos, endocrinólogos y hasta cirujanos y patólogos, pero siempre será mejor para el animal, su propietario y el equipo médico que todo el proceso se tarde un poco más y no que por querer hacer todo solos, se llegue a un diagnóstico que no es y se comprometa la vida del paciente.
Ilustración realizada por: Elsa Ramírez
Claro, hablar de buenas relaciones entre colegas puede ser mucho más fácil cuando nos referimos a personal médico de diferentes especialidades, ya que es mucho más entendible que si yo no sé interpretar ecografías o procesar muestras, pues necesito a alguien a mi lado que sí sepa hacerlo para poder brindar una atención adecuada e integral. Sin embargo, es igual o incluso más importante apreciar a los profesionales que desempeñan labores iguales a las mías, ya que es ahí donde se evidencia la calidad humana, que por lo menos para mí, es más importante que el conocimiento académico, y que viene acompañada de la capacidad de respetar diferentes puntos de vista y aceptar que “no me las sé todas”.
Cuando los médicos veterinarios nos graduamos, hacemos un juramento público en el que nos comprometemos a ejercer nuestra profesión de la mejor manera posible y, entre otras cosas, juramos honrar a nuestros maestros y ver a nuestros colegas como hermanos (Garcés, 2016). Acciones como hablar mal de algunos colegas a propietarios, clientes e incluso otros veterinarios, crucificar algunos errores humanos, ventilarlos y dañar reputaciones, no son propias entre hermanos y, por lo tanto, tampoco deberían serlo entre profesionales éticos y respetuosos. El hecho de que a mi cargo llegue un animal enfermo que ha sido previamente tratado por un colega quien, según mi criterio y experiencia, no lo ha hecho correctamente, no me da el derecho de juzgarlo y criticarlo, mucho menos delante del propietario, sencillamente porque es muy difícil conocer en un 100% la situación en la que se encontraba el paciente cuando fue atendido por primera vez y, además, porque éstas actitudes no sólo generan desconfianza y hasta resentimiento hacia el profesional “equivocado” sino también hacia el gremio en general.
Ahora bien, el hecho de que prime la solidaridad entre colegas no quiere decir que, si nos damos cuenta que un compañero no está procediendo de manera adecuada y repetidamente está incurriendo en prácticas que van en contravía de nuestra formación, no podamos mostrarle su error y corregirlo en una atmósfera de respeto y empatía. Todos los profesionales de la salud animal en Colombia estamos regidos por un código de ética y regulados por Comvezcol (Consejo Profesional de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de Colombia), ante quienes se pueden denunciar malas prácticas cuando se considera pertinente con el fin de que se investigue, corrija y, si es necesario, sancione.
Ilustración realizada por: Elsa Ramírez
Adicional a los roces que se presentan frecuentemente entre colaboradores, la competencia desleal es otra realidad que se suma a las situaciones complejas que debemos enfrentar. Por ejemplo, imaginemos que en cierto municipio hay 2 médicos veterinarios enfocados en atender animales de producción y ambos cobran precios similares y se apoyan mutuamente, pero de repente llega un tercer profesional a trabajar con las mismas especies y empieza a cobrar más barato y a difamar a sus colegas con el fin de apoderarse de sus clientes. Acciones como éstas se clasifican como competencia desleal y están reguladas por ley e incluso, hasta cierto punto, favorecidas por la saturación del mercado causada por la gran cantidad de graduados. Ante esta situación, el Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid, en España, propuso como una de las medidas de contención a la competencia ilícita y por ende, de activación de la profesión, limitar el número de estudiantes en las facultades de veterinaria (COLVEMA, 2018).
Con respecto a esta problemática, particularmente en Colombia, existen alrededor de 41 programas académicos que ofrecen Medicina Veterinaria, demasiados si los comparamos con los 29 de Estados Unidos, 13 de Argentina y 5 de Canadá, países con un mayor número de habitantes y economías más grandes (Díaz, 2013). Si además tenemos en cuenta que en el país el número de médicos veterinarios y egresados de carreras universitarias afines se duplicó entre los años 2010 y 2016, pasando de 3.339 a 6.733 graduados (Ministerio de Educación Nacional, 2017), será un poco más fácil de entender, pero no justificar, que esta gran oferta de profesionales pueda llevar a algunos a incurrir en la competencia desleal para “ganar” clientela.
Finalmente, la medicina veterinaria es una vocación de servicio, en la que debe primar siempre el bienestar del ser al que se está tratando. Es por esto que, más que ir a la universidad a memorizar textos y aprender a canalizar venas, es indispensable una formación humana integral y con principios éticos que garanticen el buen desempeño profesional y por lo tanto el buen colegaje. Es necesario que entre nosotros mismos nos cuidemos la espalda, ya que como dicen por ahí “el respeto empieza desde casa” y no podemos pretender edificar una carrera con bases sólidas y lograr que otros gremios nos respeten si nosotros nos atacamos y destruimos desde adentro. Considero que ya tenemos suficiente con los pseudo-veterinarios y algunos clientes malintencionados, como para tener que lidiar también con colegas que solo buscan su beneficio personal sin pensar en que detrás de cada diploma hay un ser humano con sus propias batallas en el plano profesional y personal. Así que la invitación es a tener mayor empatía y solidaridad entre nosotros.
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