Uno de los dichos populares a los que más sabiduría le encuentro es el que dice “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” y para el caso del agua creo que aplica muy bien porque, cuando nos levantamos todas la mañanas y podemos lavarnos los dientes, ducharnos y preparar la comida el tema de la disponibilidad de agua no es un tópico que nos afecte demasiado, claro, pero el día en que la situación cambia y de repente abrimos la llave y no sale ni una gota, parece que el mundo hubiera entrado en un caos absoluto.
¿A dónde cuál tía o amiga me voy a bañar? ¿Cómo me voy para el trabajo o la universidad sin lavarme los dientes o darme un duchazo? ¿Será que me baño en mi mejor perfume y salgo de la casa como si nada? ¿Y quién va a ser el “de malas” que va a entrar de último al baño y no va a poderlo vaciar? Mejor dicho, parece que ese orden casi perfecto en el que vivimos todos los días se rompiera por un hecho al que normalmente no le prestamos atención: la disponibilidad de agua.
A muchos, si no es a todos, nos hablaron sobre la importancia de este recurso cuando éramos pequeños; es más, nos hicieron repetir casi de memoria que el planeta está formado, en su mayor proporción, por los mares; es decir agua salada, pero además de memorizar estos datos como autómatas no entrábamos en análisis más profundos, de hecho, ahora, muchos años después, las personas que hemos vivido en ciudades o países donde el agua potable no es una preocupación, nos hemos topado con vecinos o familiares con una “conciencia ambiental” que es digna de poner los nervios de punta, esos que dejan la manguera funcionando todo el tiempo mientras lavan el carro o que ni les interesa cerrar la llave cuando se están lavando los dientes, pero ¿qué pensarán los 700 millones de personas que no tienen acceso al agua potable de este tipo de comportamientos? (Martins, 2017).
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Como el vecino de la manguera y el familiar que deja la llave abierta, hay muchas personas que creen que el agua es un recurso infinito y que no se debe cuidar, total, hay cosas más importantes en que pensar; no obstante, otros se lo toman más en serio y se han enfocado en implementar soluciones para tratar de hacer más equitativo el acceso a este recurso y es por esta razón que, la desalinización del agua del mar parece ser una alternativa para solucionar el problema del agua potable.
Foto tomada por: Maria Paula Vélez
Es la transformación del agua salada mediante el uso de dos métodos: el calor, cuya finalidad es imitar el ciclo natural del agua para evaporarla y condensarla y el de ósmosis inversa o de membranas, donde el objetivo es separar el agua de las sales para, en ambos casos, volverla apta al consumo humano (Martins, 2017).
La desalinización se lleva a cabo en plantas desaladoras o desalinizadoras. Actualmente, hay alrededor de 18.000 plantas alrededor del mundo dedicadas a realizar cualquiera de los métodos mencionados anteriormente. En España, por ejemplo, hay 900 y el suministro de agua potable de islas como Lanzarote o Fuerteventura se realiza completamente mediante agua desalada (Martins, 2017).
Al realizar el método de ósmosis inversa se logra la retención del 99% de las sales disueltas, lo que tiene como resultado que el agua sea apta tanto para riego en producciones agrícolas como para consumo humano; no obstante, también se genera un subproducto conocido como “la salmuera” que no es otra cosa que agua de mar concentrada, la cual se vierte nuevamente al mar, en donde se disuelve rápidamente, antes de que pueda generar daños o alcanzar ecosistemas sensibles (Martins, 2017).
De otro lado, algunas ONG’s han descrito que, en el momento de la captación del agua del mar, se pueden “arrastrar” peces pequeños y otros organismos, considerándolo como uno de los aspectos más negativos de todo el proceso (Martins, 2017). Y por último, un punto importante del funcionamiento de todas estas plantas desaladoras es su dependencia energética, lo cual incrementa el costo del agua producida; de hecho, se ha llegado a calcular que el metro cúbico del agua desalada tiene un valor cercano a un dólar (Martins, 2017).
Foto tomada por: Hakim Belaidi
Aunque se ha avanzado y el costo energético y por ende económico de la producción de agua desalada ha disminuido en comparación con años pasados, las Naciones Unidas preveén que, para el 2025, 1.800 millones de personas se encontrarán en una situación de escasez grave de agua (Martins, 2017). Así que, ante esta situación, el escenario se pone interesante: o usted se une al grupo del vecino o trata de buscar conductas más responsables para usar el agua. Con esto, tal vez no solucionemos todos los problemas ambientales que tiene el planeta, pero para empezar, su economía y cuenta del agua se lo van agradecer…
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