Hay que admitirlo, los bebés de muchas especies de animales son tan tiernos que sólo provoca abrazarlos y tenerlos como un peluche a nuestro lado. No obstante, esa característica, que debería ser buena, resulta una condena para ellos y sus familias, ya que es precisamente por esto que algunas personas sin escrúpulos los arrebatan de sus madres con el fin de venderlos a quienes muchas veces sólo tienen buenas intenciones.
A varios de nosotros nos ha pasado que viajando por las carreteras de nuestro país e incluso estando en algún mercado, nos encontramos de frente con alguien que tiene en sus manos a un animal silvestre, por lo general una tortuga, un ave o un primate bebé, y lo está vendiendo a quienes van pasando por ahí. Algunos toman la decisión de comprarlo simplemente porque les gusta y creen que tenerlo les va a añadir cierto status a su estilo de vida, pero otros sucumben ante la lástima que les genera ver al animalito tan indefenso y deciden pagarle a esa persona el dinero que les pida con tal de liberarlo de las penurias que atraviesa. Sin embargo, en ambos casos los compradores desconocen las implicaciones y los riesgos que tiene adquirir un animal silvestre y, sobre todo, el error tan grande que están cometiendo al apoyar de forma directa esta cadena de tráfico ilegal.
Mono ardilla. Foto tomada por: Yulia Morales
Lo primero y probablemente lo más importante que hay que entender es que casi siempre, para que un animal pueda ser vendido en la carretera o en algún mercado, cientos han tenido que morir durante la captura o el transporte, especialmente las madres de esos bebés que se venden y otros miembros de su manada que los defienden con su vida (Camargo & Jaramillo, s.f).
Casos como el ocurrido hace aproximadamente 2 meses en Ecuador, en el que se incautó una maleta con 185 crías de tortugas gigantes de Galápagos que pretendían ser llevadas desde la isla hasta una ciudad principal del país, ilustran lo cruel de esta problemática. En este caso, las tortugas iban todas envueltas en plástico y bajo condiciones de estrés y hacinamiento graves. De hecho, quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar con animales silvestres, sabemos lo resistentes que son estos reptiles, así que el hecho de que se hayan encontrado 16 individuos muertos al momento de hacer el decomiso, habla claramente de las pésimas condiciones y el maltrato al que fueron sometidos (Elcacho, 2021).
Además del difícil viaje que debe atravesar un animal salvaje para lograr ser extraído, transportado y vendido a un consumidor final, lo que muchas personas no tienen en cuenta a la hora de adquirirlo es que la alimentación y el cuidado que estas especies requieren para su adecuado desarrollo jamás se los podremos proveer los seres humanos, puesto que son animales diseñados para consumir alimentos especiales y cumplir funciones biológicas que encuentran únicamente en su hábitat natural y con los suyos (Camargo & Jaramillo, s.f).
Del mismo modo, al traer una tortuga de río, una lora o un perezoso a nuestras casas, nos estamos exponiendo a enfermedades que estos animales nos pueden transmitir, como bacterias, parásitos y virus que pueden llegar a ser muy graves e incluso mortales para nosotros (Monsalve et al., 2009). Un ejemplo de esto es la psitacosis, una enfermedad producida por la bacteria Chlamydia psittaci, cuya transmisión se da desde aves infectadas hacia las personas a través de aerosoles y que puede generar alteraciones graves en el cerebro, los pulmones, el hígado, el corazón y los riñones (Jiménez-Cordero & Jiménez-Pernudo, 2016).
Lora víctima de la fractura intencional de un ala por parte de su traficante y rescatada por la Comunidad Inti Wara Yassi en Bolivia. Foto tomada por: Maria Paula Vélez
Según el Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, entre los años 2005 a 2009 las Autoridades Ambientales reportaron el decomiso de 211.571 animales vivos, siendo el 80% reptiles, el 14% aves y el 4% mamíferos. Lo más delicado de esto, es que de las 773 especies que se recuperaron de las manos de algún vendedor o comprador, 58 se encuentran en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), estando 13 de ellas en la categoría de En Peligro Crítico (CR), 17 en En Peligro (EN) y 28 en Vulnerable (VU), categorías que son las más críticas de la lista después de la de Extinto en Estado Silvestre (EW) (Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible Colombia, 2012).
Adicionalmente, gran parte de estos decomisos se hicieron cerca de carreteras, debido a que es allí donde se desarrollan los operativos dado el gran flujo de personas, especialmente en zonas turísticas y en época de vacaciones. Asimismo, algunos de estos operativos incautaron fauna silvestre en áreas de influencia de Parques Nacionales Naturales como el PNN de Paramillo o la Sierra Nevada de Santa Marta, dejando ver que ni siquiera los lugares que más protegidos deberían estar se libran de la extracción y comercialización de su fauna (Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible Colombia, 2012).
Pichón de guacamaya azul y amarilla rescatado del tráfico ilegal por la Comunidad Inti Wara Yassi en Bolivia. Foto tomada por: Maria Paula Vélez
Finalmente, debemos entender que desde que haya personas dispuestas a pagar por animales silvestres, sea por pesar, por desconocimiento o por simple egoísmo, siempre habrá quien esté dispuesto a meterse a la selva y matar a muchos individuos con tal de extraer algunos y poder venderlos al mejor postor. Así que, ni siquiera por lástima o por querer “tomar al animalito para liberarlo en la finca” debemos comprar fauna silvestre, ya que lo único que esto hace es incentivar al cazador para que extraiga otros individuos y continúe una cadena de maltrato que debería dejar de existir (Camargo & Jaramillo, s.f).
La próxima vez que te topes con alguien que quiere venderte un animal silvestre, ya sabes que si quieres ayudar, la solución no es comprarlo, sino denunciar a las Autoridades Ambientales o a la Policía para que sean ellos quienes se encarguen del decomiso del animal y de la sanción del traficante.
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