La primera vez que vi una zarigüeya, o como les decimos en Colombia, una chucha, fue en una finca del Oriente antioqueño en la que estaba pasando las fiestas decembrinas con mi familia, yo tenía unos 9 años y eran más o menos las 10 de la noche.
Foto tomada por: Mikell Darling (Unsplash)
Una de las primeras ideas que debemos sacarnos de la cabeza, es que las zarigüeyas son ratas grandes, ya que a pesar de su color grisáceo y su cola sin pelos, éstas se encuentran más emparentadas con los canguros y koalas de Australia que con los roedores a los que no queremos ver cerca de nuestras viviendas. En efecto, las chuchas son mamíferos marsupiales, es decir que gran parte del desarrollo de las crías se da en el marsupio, una bolsa de piel en el vientre de la madre en la que se encuentran las glándulas mamarias y hacia donde migran las crías aún en estado embrionario para completar su crecimiento (Rueda et. al., 2013).
Es por lo anterior que las zarigüeyas son los representantes de los marsupiales en las Américas, existiendo alrededor de 100 especies y estando distribuidas a lo largo de casi todo el continente, lo que paradójicamente debería hacerlos animales emblemáticos y representativos de nuestra región (Brito et al., 2019).
Adicionalmente, son mamíferos omnívoros, es decir que su dieta se basa en frutas, insectos y pequeños vertebrados, así como en roedores, serpientes (incluso algunas venenosas) y lagartijas, pero nunca en basura. Estos hábitos alimenticios sirven a los ecosistemas por la dispersión de semillas que facilitan al comer frutos de diversas especies de plantas, así como el control de ciertas plagas como ratones e insectos en las zonas rurales y urbanas. Es importante resaltar, además, que las chuchas hacen parte de la cadena alimenticia y sirven de alimento a depredadores mayores como felinos silvestres y aves rapaces (El Tiempo, 2020; Vivas et al., 2016).
Por lo tanto, las zarigüeyas cumplen con las mismas funciones que otros animales silvestres, lo cual las hace merecedoras de la misma importancia y el mismo respeto que podemos sentir por algunos más carismáticos como los zorros o los monos.
Foto tomada por: Dorothea Oldani (Unsplash)
No obstante, a pesar de lo útiles que son para la naturaleza, es debido a su aspecto y a historias populares, que muchas personas consideran a nuestros marsupiales como seres indeseables, sucios y peligrosos, lo cual los ha convertido en víctimas de maltrato y persecución, principalmente en las zonas urbanas.
Precisamente, debido a su capacidad de adaptación a diferentes ambientes y a su presencia en bosques que han sido intervenidos, las zarigüeyas suelen entrar en contacto con poblaciones humanas. Este contacto no siempre es bueno y suele involucrarlas en situaciones peligrosas como atropellamientos, ataques de perros y gatos domésticos y, además, las dejan expuestas a personas inescrupulosas que no tienen ningún reparo en envenenarlas o matarlas a golpes (Correa et al., s.f; Vivas et al., 2016).
Según la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (CORNARE), la chucha es la especie de mamífero que más se recibe en su Hogar de Paso, especialmente individuos en estado juvenil. De hecho, entre enero y junio del 2019, se recibieron 82 de estos animales, lo cual representó el 76% de los mamíferos que ingresaron (Flórez, 2020). Adicionalmente, reportes del Instituto Humboldt revelaron que más del 60% de la fauna silvestre atropellada en las carreteras de Colombia en el año 2017 perteneció al género Didelphis, es decir a las zarigüeyas (Correa et al., s.f).
Foto tomada por: Anggun Tan (Unsplash)
Afortunadamente, muchas personas y organizaciones en nuestro país han venido desarrollando desde hace algunos años campañas de concientización acerca de la importancia de las chuchas y de la necesidad de no hacerles daño. Una de las organizaciones más importantes es la Fundación Zarigüeya FUNDZAR, quienes realizan campañas de educación ambiental con la ciudadanía y participan en proyectos de investigación, conservación y protección de estos marsupiales con el fin de darles mayor visibilidad (Flórez, 2020).
Sin embargo, no se necesita pertenecer a un colectivo ambiental para defender a estos animales, porque desde nuestro hogar también podemos apoyar estas iniciativas, proteger a las chuchas que conviven con nosotros en nuestro barrio y dar a conocer su importancia a nuestro círculo cercano. Además, si nos ponemos las gafas del amor, el respeto y la admiración, te aseguro que podemos empezar a ver esas narices rosadas, esos bigotes largos y esas orejas redondas como características extremadamente tiernas y bonitas.
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