No soy una experta en bovinos, ni mucho menos, pero eso de que las vacas dan leche todo el tiempo y de forma espontánea es un concepto que, de ser cierto, las mujeres que han sido madres entre ellas mi abuela, dirían “eso no puede ser, no hay cuerpo que aguante”.
La cuestión es que muchos profesionales han transformado la visión médica de los animales de producción por una en la que sólo se habla de costo/ beneficio. Además, muchas personas cuando hay temas que no entienden, recurren a las explicaciones construidas por “la sabiduría popular”, en donde se pueden encontrar respuestas a todo tipo de problemas, eso sí, respuestas que van desde lo insólito y peculiar hasta lo absurdo; lo realmente peligroso de este asunto es que una gran parte de la población prefiere creerlas que consultar otro tipo de fuentes y si no, basta con analizar el auge de las “fake news” (noticias falsas) en los últimos años.
Ahora bien, para poder entender el porqué de la falsedad de esta idea es necesario comprender todo desde el comienzo. En general, en ganadería, se pueden manejar razas bovinas con características específicas; por ejemplo, si se quiere producir leche, la Holstein y Jersey son las que encabezan la lista, pero si se necesita producir carne, se recurren a otras como el Cebú y sus cruces. En el caso de que se quiera producir leche y carne al mismo tiempo, se opta por las llamadas razas “doble propósito”. Eso sí, independientemente del tipo de sistema productivo, cada uno funciona diferente al otro y tiene unos requisitos que deben ser tenidos en cuenta para su buen funcionamiento.
Vacas lecheras de raza Holstein. Foto tomada por: Maria Paula Vélez
En este orden de ideas, si el sistema productivo está enfocado en la producción de leche se diseñan planes para que las vacas se “embaracen o preñen”. Planes que tienen en cuenta el uso de métodos como la Inseminación Artificial (IA), Inseminación Artificial a Término Fijo (IATF) o la monta natural para conseguir el mayor número de vacas gestantes, lo cual posteriormente se refleja en nuevas crías. Adicionalmente, si se toma como referencia el cuerpo humano, cuando una mujer queda en embarazo y da a luz, después inicia el período de lactancia, lo cual y sin ánimo de despertar ningún tipo de susceptibilidad, pasa de la misma forma en la vaca.
No, si se toma como base un año con sus 365 días, las vacas producen leche alrededor de 300 y, es de aclarar que no lo hacen porque sí, pues ésta estaría destinada a alimentar a sus crías (ternero o ternera) (Contexto ganadero, 2018) tal y como lo hacen el resto de mamíferos.
Pues bien, tras el parto y unos meses en lactancia, período que se divide en tres bloques como fase temprana, media y tardía, las vacas terminan “secándose”, dejando de producir leche por un tiempo y preparándose para una nueva gestación y para repetir el ciclo de producción láctea (Contexto ganadero, 2018).
Foto tomada por: Manuela Echeverri
Una persona puede pensar que la leche se produce espontáneamente porque cada vez que va al supermercado encuentra su marca preferida de queso o yogurt, pero esto no significa que a las vacas les salgan “chorros de leche” día y noche; por el contrario, lo único que traduce es que hay una logística, muchas veces silenciosa, para que el consumidor siempre encuentre lo que busca.
En el caso de Colombia, por ejemplo, para el año 2019 se produjeron 7.301 millones de litros de leche cruda (Fedegan, sin año) lo que significa que alrededor de 319.402 familias se encargaron de proveer al mercado nacional de este recurso por medio del sistema de la lechería especializada, en el 45% de los casos, y a través del doble propósito en el 55% restante (Fedegan, 2018).
Sala de ordeño. Foto tomada por: Mónica Herrera
Además de los gustos personales, los debates ideológicos y los problemas de salud, la cantidad de leche que una persona ingiere en un año, en un país como Colombia, está influenciada por el poder adquisitivo; en otras palabras, por el dinero que tiene en el bolsillo. Es por esto que, en el 2014, personas del estrato 1 y 2 consumieron 47 litros y las del 5 y 6, 198 (FNG, 2015). Entonces, ante este escenario, tal vez el asunto de la espontaneidad de la aparición del tarro o la bolsa de leche en la nevera está mediado por un factor clave y que va más allá de lo fisiológico: la economía personal…
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