Hace algún tiempo leí que uno no debe decir cuánto gana, ¿para qué? total es un asunto privado; no obstante, es de esas cosas a las que no le vemos misterio y vamos compartiendo como si de hablar de un plan vacacional se tratara, pero la verdad es que en un país como Colombia donde la desigualdad salta a la vista, es momento de replantear lo que vamos hablando pues el acceso a los recursos no es el mismo para todos.
Este índice se usa para revisar qué tan desigual es la distribución salarial en una región específica en un período de tiempo determinado, para lo cual se usa una escala de valoración de 0 a 1 donde 0 representa la igualdad en la forma de distribuir el ingreso y 1 la desigualdad absoluta. Para el caso de nuestro país, en el 2018, se reportó un índice de 0.51 (Álvarez, M, 2018) y en países como Austria o Finlandia de 0.29 y 0.27 respectivamente (Grupo Banco Mundial, 2021).
Desde una mirada amplia, las diferencias entre unos y otros no sólo se reflejan en los ceros de la cifra que tenga el salario; por ejemplo, numerosas investigaciones han demostrado que el color de piel influye dramáticamente en las oportunidades de éxito de una persona. Y en el caso de las mujeres, aunque en la sociedad colombiana se ha hecho un avance importante, y en temas de educación las cifras de mujeres han alcanzado a las de los hombres, el asunto de dedicar más horas al trabajo del hogar, un trabajo no remunerado y muchas veces no valorado, sigue siendo una constante (Álvarez, M, 2018).
En promedio, el salario mensual ronda por $1’130.000 o lo que equivale a US$ 310 (Dinero, 2020) y, para el caso de los profesionales según la Escala de mínimos de remuneración 2020 el pago irá en razón de la formación profesional, las exigencias del cargo y la experiencia, lo cual resulta totalmente lógico y sensato (Enlace profesional, 2020). Lástima que en la vida real el panorama sea distinto…
Foto tomada de Unsplash
De otras disciplinas es mejor no opinar, tal vez los “pastos ajenos sean más verdes”, pero en el caso que nos compete la realidad es que hemos leído, nos han llegado ofertas laborales o incluso tenemos algún colega trabajando en horarios extremos por salarios que están muy cercanos a ese promedio nacional, sí, a esa cifra de 1’130.000. Y aunque el amor a la profesión es enorme, las operadoras de celular, las agencias de arriendo y las cuentas de servicios son implacables.
Claro, así como no estamos de acuerdo con los bajos salarios para una profesión que tiene una gran responsabilidad y carga emocional, no apoyamos en lo más mínimo la competencia desleal entre colegas, esa pugna de bajar los precios solo por afectar la clientela de un médico vecino. Tampoco entendemos cómo en algunos lugares se ha perdido de vista el juramento hipocrático y se ha llegado a comprometer la vida de los pacientes solo por obtener beneficios económicos a corto plazo.
La formación de un médico veterinario no termina cuando se gradúa del pregrado; de hecho apenas comienza. Así que respetamos a aquellos que silenciosamente invierten su tiempo y dinero en seguir su proceso educativo, que tienen la paciencia para lidiar con propietarios que no valoran su trabajo y con una sociedad que muchas veces pone en duda su conocimiento. Llegará el día en que en Colombia la oferta salarial de un médico veterinario se parezca a la de un médico humano, total ambos desempeñamos un papel fundamental en salvaguardar la salud.
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