¡Aceptémoslo, hablar sobre suicidios no es el tema favorito del día! De hecho, elegir éste como tópico de conversación en muchos ámbitos sociales parece una práctica vetada porque en nuestra sociedad no es correcto visibilizar “asuntos espinosos”
No obstante, para la Organización Mundial de la Salud, las cifras están claras: 800.000 personas se suicidan cada año (OMS, 2019) así que nos guste o no hablar sobre la salud mental, esta es un área de interés y en la que diversos profesionales están trabajando ya que la consideran fundamental para mejorar la calidad de vida de muchas personas.
En mi caso, la primera vez que tuve la experiencia de perder a una persona por cuenta del suicido fue hace un par de años. Él fue un gran mentor, alguien que no tuvo contemplaciones a la hora de exigirme y que como profesor de español se esmeró en que me enfocara en disfrutar el proceso de aprendizaje, mi proceso, porque desde ahí aprendí a no estar mirando para los lados y compararme, total, todos estamos en puntos diferentes del camino y como diría mi mamá “las comparaciones siempre son odiosas”. Han pasado varios años desde su partida y sigo sin entender las razones que llevaron a “Luis Fer”, mi profe de español, a tomar esa decisión, pero con el tiempo he aprendido que no soy quien para juzgarlo.
Mirando en retrospectiva creo que, lo más difícil cuando perdemos a alguien por cuenta del suicidio es que la noticia nos toma por sorpresa, muchas veces estamos inmersos en nuestras actividades diarias y asumimos que la vida de todos está “bien”, así que, cuando de un momento a otro recibimos un mensaje de texto o una llamada anunciando esa pérdida, ésto hace que recordemos, una vez más, lo efímero que es este viaje y que, la vida está llena de matices y es diferente para todos.
Ilustración realizada por: Elsa Ramírez
Mucho se ha dicho que en esta profesión la tasa de suicidio es más alta que la de otras disciplinas, incluso se ha llegado a determinar que una posible causa es el acceso al pentobarbital (Diario veterinario, 2019), el cual es utilizado como anestésico o sedante principalmente en perros y gatos y una sobredosis puede causar la muerte (Engormix, sin fecha). Además, se ha llegado a mencionar que aspectos como el estrés, la fatiga por compasión, el síndrome de “burnout”, el ciber-acoso y las presiones económicas también son detonantes importantes en la carga laboral de un médico veterinario (López, 2019).
El primero, es un tipo de estrés que resulta de sentir empatía; es decir, de ponerse en el lugar del paciente y comprometerse emocionalmente (Mandel, 2019), y el segundo, también conocido como el síndrome del “profesional quemado” hace referencia a un estrés laboral crónico que desencadena un agotamiento mental y físico haciendo que la persona exhiba modificaciones en su personalidad como producto de un “cansancio” extremo (Quirón prevención, 2018).
Personalmente creo que la medicina veterinaria es una profesión con una gran carga emocional. Para los que ejercen en pequeñas especies (perros y gatos), o los que están en el área de grandes, incluso los que están o han estado en centros de rehabilitación de fauna silvestre, el tema de poner eutanasias, la impotencia de ver animales que han sido víctimas de maltrato, incluso, ver mamíferos marinos varados en la playa va debilitando el espíritu en mayor o menor medida.
Ilustración realizada por: Elsa Ramírez
Cualquiera puede tener un mal momento en la vida; de hecho, para mí, las vidas perfectas solo existen en las redes sociales, porque en el mundo real uno siempre aparece más despeinado. Si uno de sus compañeros de trabajo presenta cambios de humor que no tienen una explicación, “le da la lloradera por todo”, está extremadamente violento u enojado, le dice que tiene problemas para dormir, que no se siente bien, tiene pensamientos confusos, “se siente angustiado” y cosas por el estilo, por favor, tómese el tiempo para escucharlo, pero no lo haga para salir a contarle a todo Medellín y América Latina; hágalo para ayudarlo, porque hoy puede ser su colega, mañana puede ser usted.
A todos aquellos que se han ido queremos dedicarles un espacio para honrar su memoria, no son unos “difuntos” más como alguna vez escuché decir, hacían parte de una familia y una profesión que los recuerda. En mi caso, ¡Luis te echo de menos!
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