Coincidirás conmigo en que las ballenas son animales carismáticos; es decir, la mayoría de las personas se sienten atraídas por conocerlas. Su tamaño las hace particulares y majestuosas. Ahora bien, históricamente, los orígenes de la pesca de ballenas se sitúan en el siglo XI, en el que los balleneros vascos se dedicaron a la captura de la ballena franca y a ellos se les unieron los pescadores de otros países como Noruega, Holanda, Estados Unidos y otros, fortaleciendo y desarrollando así esta industria (WWF, 2009).
En principio, su aceite las hizo muy apetecidas, el cual se usaba para la iluminación. Además, sus huesos se empleaban para fabricar todo tipo de artículos, esos que hoy fácilmente veríamos hechos en plástico (Historia y cultura, 2019).
Esqueleto de una ballena azul. 1868. Tomada de Unsplash
Actualmente, el panorama es un poco diferente, pues estas grandes pesquerías que cazaban ballenas colapsaron por diferentes motivos y con la iluminación ya parece absurdo y poco útil “pescar” ballenas para obtener su aceite. Además, desde 1946, se creó la Comisión Ballenera Internacional (CBI), una organización que cumple dos funciones de impacto mundial muy importantes, la primera, gestionar la caza comercial de ballenas, por lo que, en 1982 se determinó una prohibición para que los países miembros pararan su pesca, tratando así de asegurar su supervivencia y la otra, relacionada con un papel de conservación (International Whaling Commission, n.f.).
Aunque parezca raro, hay países que se han declarado a favor de la caza comercial de ballenas; por ejemplo, Japón, Noruega e Islandia. De hecho, en el caso del primero, en muchas ocasiones ha argumentado motivos científicos para continuar con la captura y sacrificio de estos animales, pero esto ha suscitado dudas y posiciones divididas. Además, han expuesto que su población consume carne de ballena, pero una vez más, este no es un argumento que se acepte de forma unánime.
A diferencia de los otros dos países, en el 2019, Japón anunció que se retiraba de la CBI, es decir, las decisiones frente a seguir “pescando” ballenas o no las iba a seguir tomando en solitario y, sin tener en cuenta las directrices aportadas por la organización y esto, además de ser preocupante, es problemático por varias razones (National Geographic, 2019). Por un lado, no todas las ballenas que tenemos nadando en el mar son las mismas, es decir, tenemos alrededor de 90 especies distintas y esto hace que algunas se reproduzcan más rápido que otras, pero en general, todas tienen una cría cada 1 o 3 años (International Whaling Commission, n.f.), por lo que estimar qué tan grande o pequeña es la población de cada especie es complicado. Además, son animales migratorios, lo que significa que no permanecen quietos, ni en un solo lugar, lo cual hace imprescindible la colaboración de científicos de todas partes del mundo para que monitoreen e informen sobre la actividad de los cetáceos. Sobra decir que esta información debe estar centralizada, pues de lo contrario esto sería un baile con un ritmo muy difícil de bailar, pues cada músico iría por su lado.
Ballena jorobada con su cría. Foto tomada por: Swanson Chan en Unsplash
De entrada, esta no es una pregunta fácil de responder, pues por un lado es cierto que tradicional y culturalmente, en el período de la posguerra, especialmente entre 1960 y 1970, en Japón la carne de ballena era un producto altamente demandado y que se usaba, incluso en los menús de los colegios, pero actualmente, la demanda de proteína animal ha variado hacia otras fuentes, y la carne de ballena ya no es la predilecta. De hecho, el consumo per cápita de carne en 1960 era de 5.2 kg, de los cuales 1.6 estaban representados por la carne de ballena, y para 2017 ese consumo de carne había incrementado a 32.7 kg, de los cuales 13.4 kg estaban representados por el cerdo y el pollo, y los 12.8 kg restantes por la carne de res, pero la carne de ballena ni siquiera estaba en el panorama (Nippon, 2019). Así que me pregunto, si no hay consumo o el consumo es tan bajo casi nulo, ¿cuál es la razón real de pescar ballenas?
Que haya o no consumo legal, no lo sé, lo que sí es claro es que desde la CBI se acepta la caza de ballenas por parte de algunas comunidades aborígenes y/o indígenas localizadas en partes específicas del mundo por dos razones: primero, porque se reconoce que estas medidas de caza son muy diferentes a las realizadas por grandes flotas pesqueras y enmarcadas en un contexto de caza comercial (por ejemplo como la que realiza Japón) y segundo, porque el consumo en estas comunidades está relacionado con asegurar su sustento y necesidades básicas de alimentación y, en este contexto estamos hablando de un asunto de seguridad alimentaria. Algunos ejemplos lo representan los pobladores de la tribu Makah en el Estado de Washington, la hauls en Alaska, algunos pobladores en Groenlandia y en Chukotka (Rusia) (International Whaling Commission, n.f.).
Tanto para la caza comercial como para la relacionada con las comunidades aborígenes y/o indígenas, está en la necesidad de regular el número de individuos capturados por año, para lo cual existen las cuotas de caza. Esto lo que quiere decir es que, según informes de científicos expertos en cetáceos y en ecosistemas marinos, que analizan cada especie de ballena por separado, su fisiología, la tasa de natalidad (número de crías en un año), y las amenazas, se determina un número de animales que se pueden pescar. Este número no se puede sobrepasar pues afectará la supervivencia de la especie.
Hombre que regresa de jornada de caza de ballenas (Islas Feroe). Foto tomada por: Robert Bahn en Unsplash
Personalmente, no me atrevería a radicalizar la respuesta. En lo que concierne a Japón, ellos han definido sus propias cuotas y hay muchas preguntas sobre la mesa que aún están sin respuesta.Por último, aspiro que las razones de la pesca comercial que hace Japón sean suficientemente válidas e importantes como para sacrificar a estos animales y que en mi caso, no juzgo el consumo de carne de ballena, siempre y cuando sea un consumo real y no ficticio; por cierto, aunque no la he probado, no me gusta la carne de ballena. No me sentiría tranquila comiéndomela y buscaría otras opciones ¿y tú?.
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